En Alba reinaron varios reyes. Uno de ellos, Numitor, fue destronado por su hermano Amulio, quien, además, hizo que la hija de aquel se convirtiese en sacerdotisa (vestal), cargo que obligaba a permanecer virgen de por vida. Pero la joven incumplió el precepto y un tiempo después dio a luz a dos gemelos, a los que llamó Rómulo y Remo. Por ello sufrió un duro castigo: fue encarcelada y a los niños lo pusieron en una cesta y los abandonaron a su suerte en la corriente del río Tíber, a pesar de que ella declaró que eran hijos del dios Marte.
En su deriva por el río, la cesta se acercó a la orilla y se produjo un hecho extraordinario: una loba que estaba allí cerca adoptó a los gemelos y los amamantó como si fueran sus cachorros.
Amulio ignoraba que sus sobrinos hubieran sobrevivido, lo que dio a estos la oportunidad de crecer y convertirse en jóvenes robustos. Ambos hermanos, que habían llegado a conocer su origen, unieron sus fuerzas para acabar con su odiado tío y restaurar a su abuelo Numitor en el trono.
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